La técnica que me liberó de la rumiación: nombrar los sesgos

Esta semana tuve un insight. Quizás el más grande de mi recorrido. Y decidí compartirlo mientras aún está caliente, mientras todavía lo estoy procesando. Porque quizás este es precisamente el momento en que puede ser más útil.

Ha sido una semana intensa. No compleja en el sentido de problemática, sino rica. Rica en eventos en múltiples planos, trabajo, familia, y rica sobre todo en un insight profundo sobre mí mismo.

No quiero aburriros con los detalles de los eventos, también porque influenciarían el mensaje que quiero transmitir. Nada grave, pero muchos acontecimientos en diferentes planos que tuvieron impacto. Y de esos planos, emergió algo.

Qué es un sesgo

Un sesgo es un patrón mental enraizado en el pasado, familia, sociedad, experiencias, que guía nuestras reacciones sin que nos demos cuenta. Usualmente de manera negativa, porque nace de improntas equivocadas.

En mi caso pesaban. Y de hecho todavía pesan, aunque menos. Sobre todo porque están arraigados en décadas, no años.

El insight de esta semana, usando la técnica que os explicaré en breve, me hizo entender el sesgo madre que influye y todavía determina muchas de mis acciones. Pero vamos por pasos.

La técnica: nombrar el sesgo

La técnica es simple pero poderosa. Cuando sientes el sesgo llegar, no te sometas a él. Dale un nombre.

Ejemplo concreto del trabajo. Un cliente reporta un bug de nuestro proyecto. ¿Reacción instintiva? Justificar inmediatamente, explicar por qué no es culpa nuestra, responder impulsivamente, mostrar que somos competentes.

Pero esa reacción nace de un sesgo. Y yo lo he nombrado: «Miedo al Juicio de los Otros.»

El cliente me está juzgando negativamente, debo defenderme. Debo demostrar valor. Debo evitar que piense mal de mí.

Si lo nombro, «Ahí está, el sesgo está llegando», el cerebro cambia de modo. De pasivo se vuelve activo. No reacciono, respondo. Me hago cargo del reporte, explico qué haremos, actúo con lucidez. El cliente está satisfecho. Yo no rumio durante horas después.

El sesgo no desaparece. Pero pierde poder. Se despotencia.

El sesgo madre: «Dependo de los Otros»

En los meses he nombrado varios sesgos. Y en cada uno de ellos emergía una palabra: «Otros.»

Miedo al Juicio de los Otros. Miedo a Decepcionar a los Otros. Miedo a No Ser Suficiente para los Otros.

Mi metacognición, junto con lo que las matemáticas y la filosofía me han enseñado, me llevó a investigar. A buscar un patrón. Y lo encontré.

El sesgo madre, aquel del cual derivan todos los demás, es este: «Dependo de los Otros, no colaboro con los Otros.»

Dejé ir al cerebro, los pensamientos. Investigué mi pasado. Y en ese punto llegó el insight.

El origen: adolescencia

Entendí un momento de mi tardía adolescencia, inicio de juventud, donde una serie de eventos me moldearon e indujeron estos sesgos.

Responsabilidades adultas llegadas demasiado pronto. Gestión económica familiar cuando todavía debería haber estado solo estudiando. Confidencias como iguales cuando era hijo. Renuncias. Errores no míos que gestionar como si fueran míos.

Ninguna maldad por parte de nadie, quiero subrayarlo. Pero peso. Y ese peso creó patrones: «Debes ser fuerte para los otros. Debes resolver para los otros. Tu valor depende de cuánto los otros te necesitan.»

Y quizás una parte de mí, ya en aquel entonces, intuía algo. Pero no tenía medios ni herramientas.

El catalizador: Amelia

Y aquí debo decir algo que hasta ahora solo he insinuado. Mi recorrido, metacognición, aceptación, verticalización, todo, tiene un momento de activación preciso.

El nacimiento de Amelia. 26 semanas. 710 gramos. 109 días de terapia intensiva neonatal.

Amelia luchó desde su primer respiro. Y yo, observándola, entendí algo. Ella no luchaba para complacer a nadie. Luchaba para vivir. Punto.

En esos meses vi muchas cosas. Cómo el Estado no funcionaba. Cómo ciertos familiares reaccionaban. Cómo Greta y yo, con Marco que en aquel entonces tenía 5 años, gestionábamos todo.

Y algo en mí se desbloqueó.

Había sido héroe forzado durante años. Aquel que resuelve para los otros, que se sacrifica, que depende de la necesidad ajena para tener valor.

Amelia me hizo pasar de héroe a antihéroe. Como Sherlock Holmes, como el Dr. House, como Sylar en Heroes pero sin la parte malvada. Antihéroes que ponen límites, que reconocen que el heroísmo forzado daña.

Y de ahí, quizás, hacia el estratega. Como Churchill, a quien defino como pragmático ético. Como Temístocles en Salamina. Como el Emperador Augusto. Estratega que colabora, no que depende.

Ya no «dependo de los otros.» Sino «colaboro con los otros.»

Amelia superó todo. Está muy bien. Tiene 4 años y medio. Mi guerrera. Y mi catalizador.

Depender vs Colaborar

El patrón madre era este: «Dependo de los Otros, no colaboro con los Otros.»

¿Qué significa?

Depender significa que mi valor existe solo si los otros me necesitan. Si los decepciono, colapso. Si muestro límites, fracaso. Si los pongo en dificultad económica o emocional, no valgo nada.

Colaborar significa que mi valor es intrínseco. Trabajo con los otros, no para los otros. Puedo decepcionar sin colapsar. Puedo mostrar límites sin vergüenza. Puedo ser yo mismo con Greta, Marco, Amelia, no existir solo para ellos.

No es egoísmo. Es equilibrio.

No puedo ser yo-los otros, donde yo existo solo en función de ellos. Debo ser yo-con-los otros, donde yo existo y colaboro.

La diferencia es sutil. Pero cambia todo.

Las herramientas filosóficas

Y aquí filósofos que estudio desde hace años me ayudan.

Kant dice: juzga el presente, no el pasado. Esa persona que te hirió hace 10 años no está definida solo por esa acción. Vale por quien es hoy.

Pero Gadamer añade: no borres el dolor pasado. Sería imposible. En cambio, evoluciónalo. Fusión de horizontes significa esto. El chico herido de entonces más el hombre consciente de hoy igual a comprensión nueva.

No «olvida el pasado» que sería imposible. No «permanece en el pasado» que sería paralizante. Sino «integra pasado y presente en visión evolucionada.»

Ejemplo concreto: mis padres. No borro las dificultades de la adolescencia. Pero no los juzgo solo por esas. Fusión, entiendo entonces más veo ahora igual a relación nueva posible.

E Ibn Arabi con la fluidez entre intelecto y corazón. No solo racionalidad, nombrar los sesgos. No solo emoción, sentir el dolor pasado. Ambos, fluidos, juntos. El intelecto analiza, el corazón integra, juntos evolucionan.

No teoría abstracta. Herramientas vivas.

Nombrar, aceptar, evolucionar

Y aquí el proceso que estoy viviendo.

Primer paso: nombrar. «Dependo de los Otros» ya no es una sombra inconsciente. Tiene un nombre. Es visible.

Segundo paso: aceptar. La línea del tiempo avanza, los eventos han ocurrido. Los he comprendido, hecho míos. Ya no me someto a ellos pasivamente.

Tercer paso: evolucionar. Ahora debo llevarlos a un nuevo estadio. De dependencia a colaboración. De reacción a respuesta. De rumiación a ancho de banda cognitivo libre.

Nombrar el sesgo lo despotencia. Mi cerebro se vuelve activo sobre él, no pasivo. No significa «lo he resuelto.» Significa «ya no me someto.»

La rumiación disminuye. Se libera ancho de banda cognitivo. Vienen las ideas de gestión del problema. Energía para crear, para relajarme, para vivir.

A la larga, el sesgo se volverá cada vez menos poderoso. Y es positivo.

Herramientas para Marco y Amelia

Y para Marco y Amelia quiero esto. No protección de errores.

Los errores han sucedido, suceden y sucederán. Greta y yo los cometeremos, como cualquiera.

Pero herramientas. Desde Sócrates en adelante. Pensar, nombrar, aceptar, evolucionar. Metacognición. Consciencia.

Si ellos tienen herramientas, la diferencia se ve.

¿Y nosotros? Intentaremos evitar ciertos errores que nos sucedieron a nosotros. No todos, es imposible. Pero algunos sí.

Las herramientas hacen la diferencia. Siempre.

Conclusión

Quizás era el momento de decirlo. Quizás era el momento de explicar que pensar, usar nuestra cognición, nombrar los sesgos, aceptarlos, comprenderlos nos lleva a mejorarnos y vivir mejor mañana.

Nombrar. Aceptar. Evolucionar.

No eliminar los sesgos, sería imposible. Sino quitarles el poder pasivo. Hacerlos visibles. Y por lo tanto gestionables.

Dependía de los Otros. Ahora colaboro con los Otros.

No lo he resuelto. Pero ya no me someto.

Y el ancho de banda cognitivo se libera. Las ideas llegan. La vida respira.

Scroll al inicio