En los últimos tres meses he cambiado más de lo que pensaba posible. He desbloqueado pensamientos, estrategias, bienestar. Y me pregunté, incluso en días objetivamente complejos: «¿Pero es plausible en tan poco tiempo? ¿Estoy delirando?»
Por mi naturaleza, empecé a leer, estudiar y pensar. Y encontré la respuesta en un lugar inesperado: la física.
La física del tiempo
El libro de Richard Feynman sobre las lecciones de física es maravilloso. Adecuado incluso para quienes no conocen la materia, abre la mente. La física cuántica, en su complejidad y granularidad, te mueve.
Y es ahí donde empecé a darme cuenta, con confirmación científica, de algo fundamental: la línea del tiempo física fluye en una única dirección. Hoy sabemos que es irreversible. Solo avanza. No retrocede.
El tiempo que medimos se basa en oscilaciones de partículas que determinan la unidad mínima de la cual derivan segundos, minutos, horas. Es objetivo. Es medible. Está fuera de nuestro control.
Los tres niveles del tiempo
Pero el tiempo no es solo físico. Hay tres niveles que debemos distinguir:
Tiempo físico: Avanza. Punto. Irreversible e inexorable.
Tiempo biológico: Este también avanza, pero el cómo depende de nosotros. Tener 43 años no significa que todos tengamos la misma situación biológica. Lo vemos observando a las personas a nuestro alrededor: quienes viven diferente envejecen diferente.
Tiempo perceptivo: Y aquí es donde todo cambia. Aquí es donde podemos moldear el tiempo a nuestra voluntad, sin afectar la línea del tiempo física.
La metacognición y el tiempo perceptivo
El trabajo que he hecho con la metacognición, si lo mirara con los ojos de ayer, me haría exclamar: «Imposible en tan poco tiempo». Pero observándolo con los ojos de hoy, respondo: «Absolutamente y científicamente plausible».
Se trata de procesos mentales. La metacognición, por su naturaleza, tiende a amplificarlos con curva exponencial. Y los procesos mentales operan sobre el tiempo perceptivo, no sobre el tiempo físico.
En una hora de metacognición puedes hacer un trabajo mental que normalmente requeriría meses. Es compresión temporal cognitiva. No magia. Mecánica de la mente.
Tres meses pueden valer años de crecimiento. No porque el tiempo físico se acelere, sino porque la densidad del procesamiento mental se comprime.
No tengas miedo de atreverte
Recordar esta distinción puede ayudarnos a no rendirnos y atrevernos a hacer muchas de las cosas que queremos.
Porque si observamos con pragmatismo, entendemos dónde:
- La línea física avanza de todos modos (y no podemos detenerla)
- La línea biológica podemos gestionarla (estilo de vida, cuidado)
- La línea perceptiva podemos moldearla (metacognición, consciencia)
Y aquí vuelve a entrar en juego la paciencia. No como espera pasiva, sino como aliado estratégico. Como os conté en el segundo post, la paciencia es un vehículo. Y ahora añado: un vehículo que opera sobre el tiempo perceptivo.
No necesitas prisa (el tiempo físico avanza por sí solo). No necesitas miedo (el tiempo perceptivo es tuyo). Necesitas consciencia (saber sobre qué tiempo estás trabajando).
A veces las cosas pueden tener matices diferentes de lo que imaginamos. El tiempo es una de estas.
Y el siguiente paso
La próxima vez os contaré sobre el concepto de aceptación. Palabra con matices muy interesantes y diferentes de lo que imaginaba. Porque aceptar el tiempo físico (irreversible) es diferente de aceptar el tiempo perceptivo (moldeable). Y esta distinción lo cambia todo.
¿Tres meses o tres años? Depende de qué tiempo estés midiendo.